Pensaba que podía diferenciarlo sin pensar. Hambre real: estómago. Hambre emocional: cabeza. Luego empecé a fijarme y… ya no estaba tan claro.
Día 1 – Dormí fatal, fui directa a la cocina a por café. El primero sabía a café de gasolinera de madrugada, así que hice otro. No tenía hambre, pero encontré medio cruasán de ayer y me lo comí mientras leía correos. El del banco hizo que me comiera el resto. Eso no es hambre, eso es frustración. Ya sé que las mañanas así son terreno peligroso — https://www.fofas.org/ansiedad-depresion-y-ese-dia-que-quise-entrenar/.
Día 2 – Caminé antes de comer. Hambre de verdad al volver, de esa que te hace comer pan antes de guardar la compra. Tomé sopa, pan, queso. Una hora después ya estaba de pie con una cuchara dentro del bote de mantequilla de cacahuete. Sin aviso, simplemente “ahora”. El hambre emocional no avisa.
Día 3 – Estrés en el trabajo. Comí sin darme cuenta. Almendras, tostadas, yogur, repetir. Un pequeño montón de migas junto al portátil y ni recuerdo haberlo puesto ahí. El perro salió ganando: se llevó dos almendras.
Día 4 – Hice té en vez de coger galletas a las 11:00, pero no por disciplina. La tetera estaba más cerca que el armario. Me sentí medio orgullosa, hasta que por la noche una bolsa de patatas “apareció” conmigo en el sofá mientras veía un programa que ni siquiera me gustaba.
Día 5 – Día de panadería. Las empanadas de espinaca aún estaban calientes. Compré dos, me comí las dos, ya estaba llena cuando empecé la segunda. La anticipación se siente como hambre… o peor, porque te convence de que te lo mereces.
Día 6 – Logré comer solo cuando tenía hambre, hasta que abrí la nevera a las 21:15 “por mirar”. Me quedé un rato, como si la luz fuera a mostrar algo nuevo. La cerré. Hice té. Pensé en chocolate dos veces. No volví, pero se quedó en la cabeza.
Día 7 – Buen desayuno, comida decente, me olvidé de la cena hasta las 22:00. No tenía hambre, pero hice tostadas igual porque me parecía raro saltármela.
Lo que aprendí sin querer
- El hambre emocional aparece de golpe, la real se va colando.
- El aburrimiento come contigo.
- Escribirlo me hace dudar lo suficiente como para cambiar de idea — a veces.
- La pereza gana a la fuerza de voluntad si te mantiene lejos de la caja de galletas.
- Hay días en que ves patrones y otros en que no, y no pasa nada.
Si quieres probarlo, apunta la hora, lo que comiste (o querías comer) y lo que pasaba alrededor. No busques que quede bonito — esto no es para Instagram. Cuando no sabía por dónde empezar, me ayudó este post: https://www.fofas.org/por-donde-empiezo-si-no-tengo-ni-idea/